Porracolina (1.414m) 14-05-2016 por Estibaliz Dilla
A pesar del mal tiempo que estaba anunciado y que efectivamente ha hecho, hoy ha sido una
jornada magnífica. En esta salida hemos sido 7 los aixe-mendizales valientes o inconscientes,
según se mire, que hemos coronado la cima del Porracolina (1.414 mt).
Tras aparcar los coches en el restaurante que se sitúa en los collados de Asón, un poco antes de
llegar a las Casucas, comenzamos a caminar sobre las 10:00 bajo un ligero sirimiri y con grata
temperatura. Durante un buen trecho nuestro andar discurre guiados por el caudal del río Asón a
través del bosque tan verde como mojado, y en continuo ascenso vamos ganando altura siempre
con la acuosa musicalidad de fondo que nos regala la escorrentía del acaudalado paisaje. Así
durante más de una hora, vamos deleitándonos con todo lo hermoso que tiene la naturaleza,
salamandra incluida. Atravesando lomas de hierba donde pasta a sus anchas el ganado vacuno,
vamos abandonando el refugio del bosque y se diluye el ruido del río. Sorteamos un par de
alambradas comenzando un fuerte desnivel sin pérdida a través del sendero hecho en la tierra
que permanece continuamente regado. En la subida las nubes altas agarradas a la montaña nos
impiden ver la grandeza del paisaje, que sin embargo, no dejamos de intuir en ningún momento.
Al llegar alrededor de los 1.000 mt, las nubes son más compactas y no nos queda más remedio
que adentrarnos en la niebla dueña de las cimas, que nos obliga a ir ahora más agrupados para
no perdernos de vista. Desde aquí seguimos en nuestro ascenso, ahora más atentos al GPS y
bajo un continuo sirimiri que proviene de la neblina. Después de dejar por el camino un par de
construcciones de piedra y un murete que acaba en un corte de roca espectacular, salimos a la
derecha hacia un descampado y poco a poco seguimos siempre a la derecha hasta llegar a un
camino más estrecho que ya nos guía sin remedio hacia la cima. En este tramo el viento también
hace su presencia y azota frío. Al llegar al buzón ya hace unas tres horas y media que
empezamos nuestra andadura. Tras esta larga subida tenemos pena de no poder apreciar las
vistas que sabemos son inmensas e impactantes, pero tendremos que dejarlas para una ocasión
más despejada. En la cima no podemos entretenernos más que para hacer unas fotos, y la vuelta
la emprendemos rápida tanto por el desnivel, como por el frío, el hambre y las prisas pues
tenemos concertada una visita a las cuevas de Covalanas en Ramales. Al encuentro de uno de
los refugios de piedra semi-derruído, pero que aún conserva sus cuatro paredes, reponemos
fuerzas con nuestras sabrosas viandas aislándonos del viento. Después del necesario
avituallamiento emprendemos la bajada ya sin detenimiento. En el descenso, el cielo empieza a
despejar y nos deja ver que los alrededores son espléndidos. Lástima no poder verlos en toda su
majestuosidad. Para cuando llegamos al coche ya son las 16:10, nos cambiamos de ropa, nos
hidratamos y nos dirigimos ya motorizados hacia las cuevas. Con el tiempo justo justo nos
enteramos por el camino que desde el aparcamiento de las cuevas hay que andar 15 minutos
hasta su entrada. Tuvimos la suerte de poder encontrarnos con una romería que iba al
cementerio del pueblo con lo cual nuestra marcha en carretera se ralentizó. Al llegar a Ramales
en lugar de salir del pueblo y seguir durante 4 kms más, que es lo suyo, vemos una flecha a
mano izquierda que nos indica hacia las cuevas y obediente yo la tomo, acabando en breve la
carretera. Desde aquí hay dos kms a las cuevas. Por el camino nos topamos con el verdadero
aparcamiento, y al llegar a la entrada de la cueva ya eran las 17:20, con lo cual ya no quedaba
tiempo para ver las estupendas pinturas rupestres que nos habían prometido. Así que entre risas
volvimos de nuevo al coche, constatando que hay zonas de escalada y vías ferratas por estos
lugares. Decidimos aprovechar la tarde y nos acercamos a la cascada “La Gándara” y a la
cascada de “Asón”, deleitándonos con el paisaje, el agua y las fotos. Tras una merecida
merienda, dimos por terminada la jornada y de vuelta a casa.
Tengo que decir que ha sido una jornada magnífica en la que hemos disfrutado de los paisajes
de esta Cantabria infinita, y como es habitual en nosotros, no han faltado las risas, nuestra
hambre titánica, y una compañía perfecta.
Gracias a Andrés ( esta vez la vas a petar en el Facebook), a Gorka, a Javi, a Ana, a Nieves, a
Raúl y a la que suscribe y describe. Espero volver a veros pronto de nuevo para reír, disfrutar y
hacer cumbre.